La Periferia del Abismo (I)



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Eduardo Peralta Acevedo 






I

 Estaba en la biblioteca de la casa de mis viejos, cuando entre los libros advierto la presencia de “Las ciudades invisibles” de Italo Calvino. En dicho libro había un pasaje donde Marco Polo le relata al gran emperador Khublai Kan, sobre una de las tantas ciudades de su vasto imperio. En esta Ciudad, Marco Polo le cuenta a Kublai que entre tanta cosa circular con alguna que otra ciudad metida en el medio, conoció a una persona que lo dejo consternado. Esta persona (según Polo), no solo lo reconoció si no, que lo llamo por su nombre y todo a Marco Polo. En medio de una remota ciudad en medio de la nada. 

Lo curioso de todo, fue leer la descripción que Marco Polo le hizo al Gran Jan: “Era un personaje de lo más extraño, porque hablaba un español con muy marcada acentuación italiana. Un personaje que no dejaba de moverse, no sé si estaría por algo del lugar. Entre otras me sorprendieron, dentro de lo que se le podía entender, era que te mandara un saludo por intermedio mío (Gran Jan no pudo evitar la risa y el asombro), no sé de qué mundo raro salió este tipejo. Me dijo que venía de un continente llamado América, y que no buscara la ubicación, porque no iba a existir hasta dentro de un par de siglos; no iba a figurar en ningún mapa. Pero lo más extraño, fue que me dijo que venía de un país llamado Argentina. Cuando al otro día, fui a buscarlo para que me contara donde quedaba América, no lo encontré más. Tengo la sensación de haberlo visto de lejos, más precisamente en “sudomia”. Lo extraño es que hablara ese español sobre una acentuación un poco italiana. Y que su nombre era Miguel.”

 Cuando leí el nombre “Miguel”, pegué un salto tan alto que casi agujero el techo.
No podía creerlo, tenía que ser este pelotudo ¿cómo fue a parar ahí?, Todo era tan extraño. No recordaba de haberme metido en algo raro, para que Miguel Cruz fuera a parar a una ciudad imaginaria, y mucho menos del imperio mongol. si no, que el boludo cayo en medio de una novela surrealista de Italo Calvino.


Después de leer esto, una y otra vez, no podía entender como había llegado ahí. Si ese libro estaría en la biblioteca desde hacía más de 25 años.
No solo pensaba en la locura que significaba todo esto, si no, también en lo boludo del personaje de ir a decirle a Marco Polo, no solo que lo conocía, sino que además venía de un continente futuristas. Pasando las horas comencé a temer lo que más tarde se confirmaría. Que Miguel, un especialista en meterse en quilombos, haya hablado de más con Marco Polo. Justo este que estaba “culo y calzón” con uno de los emperadores del máximo imperio de la historia. El boludo no se daba cuenta, pero con su estupidez ponía en juego la integridad y la historia de América. La única forma de evitar tamaña catástrofe, era encontrando el texto original de Miguel, pero ¿Dónde? ¿Cómo? demasiadas preguntas para responder. 



¿Cómo debía empezar una búsqueda tan absurda e insólita a la vez?, Es ahí donde empecé a darme cuenta; quizás la próxima vez que despertara el mundo podía ser otro. Cada hora que iba pasando, más aumentaba el nivel de incertidumbre. Porque a medida que pasaba el tiempo, más cosas extrañas aparecían sobre el camino. Por ejemplo, al rato del asombroso hallazgo, como todas las mañanas estaba escuchando “Aspen” de fondo, donde la lista de temas de los 80 y 90”, era siempre la misma. Pero de la nada, una canción en una lengua desconocida, no solo me hizo temblar del shock, si no que mi corazón bombeaba casi con la misma intensidad que el de Victoria Amaral, en plena “actuación”. Más tarde habrá tiempo para contarles de Victoria Amaral. Lo que sí, cuando termine de poner la frase, se me ocurrió que ese personaje me podía ayudar a traerlo de vuelta a mi texto, y de paso convertirla en esa merecida heroína. Era una especie de misión, que ni el personaje debía de saber que el destino de América estaba en sus manos.

Por otro lado, no sé si estaba seguro de que Victoria Amaral sería el personaje ideal para encarar una misión de esta envergadura. Porque era un personaje muy aburguesado en la comodidad de una clase alta de provincia ¿se la imaginan metiéndose en las ciudades imaginarias?, había que internarlo porque después de todo, Victoria Amaral estaba llena de cualidades que aún le faltaba explotar.



Pasaban los días y no había señales de Miguel. La cosa se empezaba a complicar un poco, acá en San Ernesto de la Bahía. No solo, estaba cambiando la fisonomía, si no que las calles comenzaban a estar escritos en alfabetos inexistentes. Los policías de la bonaerense tenían un raro aspecto de regordetes de marcados rasgos orientales. La verdad, prefería pensar de alguna colectividad oriental en el conurbano.




Continuará...



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Ignacio Bustos

Twitter: @igbeabustos








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