Se cumplen treinta años de la muerte de Miguel Abuelo. Radiografía de un artista que agiganta su leyenda con el paso del tiempo.
En la madrugada de un sábado 26 de marzo de 1988, se apagó una luz única
e irrepetible: la de Miguel Abuelo. Fue un artista tan particular, donde llevo
su arte con un nivel de desprejuicio, sin necesidad de apelar a pedanterías
pomposas. Fue un poeta quien hizo del verso su idioma universal. Un loco lindo
que sacaba frases como un mago saca conejos de la galera.
Nómade por naturaleza, hizo del mundo su lugar sin importarle los límites
que dividen las culturas a donde su infinita curiosidad lo arrastro. Un alma
que volvió a su Buenos Aires querida para devolver un poco alegría después de
la tragedia. Regreso para desperdigar su locura repartiendo música y alegría,
hasta del más remoto rincón. No dejaba de actuar cuando se bajaba del
escenario, si no que del su mismo desprejuicio hizo un arte donde brotaba todo
que venía detrás. No tenía limites, ni la menor intención de tenerlos.
Nació con el nombre de Miguel ángel Peralta, un 20 de marzo de 1946 en
Munro. Se crió en orfanatos donde a fuerza de lecturas supero las adversidades,
Como un diogenes porteño yiraba por la vida; día tras día su universo personal
se iba haciendo más grande a fuerza lo que su amplia curiosidad absorbía.
Ponerle color a todo era una de sus grandes virtudes.
Fue integrante de esa famosa "troupe" de la generación
fundadora del Rock Argentino en los 60', con la primera versión de los Abuelos
de la Nada, quien contaba como integrante entre otros nada menos que al histórico
Pappo Napolitano. La primera versión de Los Abuelos de la Nada grabo en marzo 1968, el primero (y único) disco de esa primera versión de Los Abuelos de la
Nada. El nacimiento del grupo es accidentalmente anecdótico, porque Miguel
Abuelo (Peralta en esa época) había ido acompañar a un amigo. Cuando le
preguntaron que hacia ahí; rápido de reflejos dijo que tenía un grupo, más
veloz aun saco de una frase de Leopoldo Marechal (Padre de los piojos, abuelo
de la nada) que hace rato le estaba dando vueltas. Le dijo que se llamaban los
abuelos de la nada, y enseguida les dieron día y hora para tres meses después.
Salieron con su amigo a reclutar los músicos entre los que se encontraban
Claudio Gabis y Norberto "Papo" Napolitano.
Por estos días, se
cumplen medio siglo de la histórica primera grabación de ‘Diana Divaga’
que salió en el primer disco ‘Los Abuelos de la Nada’. Como buen ‘hippie’ de la
época, enseguida se tomó el palo a Europa, donde estuvo dando vueltas durante
más de diez años. De Europa se trajo más de un centenar de anécdotas entre las
que se cuenta cuando estuvo detenido y fue expulsado de España, por un supuesto
robo nunca comprobado. Hasta se dio el gusto de compartir banquetes con Pablo
Picasso y Salvador Dali, nada menos.
En su definitiva vuelta conoció el éxito con Los Abuelos de la Nada en
esa renovada versión de los 80’; con Andrés Calamaro, Cachorro Lopez, Gustavo
Basterrica y Gringui Herrera entro otros. Los cinco discos en cinco años,
lograron instalar canciones “Marinero Bengali”, Mil Horas, ‘Así es el calor’ e
‘Himno de mi corazón. ‘Cosas Mías’ se transformo en la canción de cancha de la
década del 80’, coreado en todos los estadios de la Argentina. “Buen Día, día”
es la Miguel Abuelo en su máxima expresión, Donde combinar todo tipo de géneros,
canciones y poesía. En el mismo disco hasta se dio el gran gusto de cantar a dúo
con su Hijo Gato Azul Peralta en “Mariposas de Madera”. Fue su único disco
solista grabado en la Argentina, ya que en el 73 había grabado en Francia “Et
Nada”, pero recién hace poco se dio a conocer en nuestro país.
La incompetencia de un medicó que no sabía cómo enfrentar semejante
diagnostico, le oculto el SIDA. Fueron unas imparables fiebres que hicieron
dudar mucho a su familia y buscar otro especialista (aunque en esa época el
sida era un mar de dudas). Sus restos fueron cremados y lanzados a una famosa
playa “Hippie” que hubo en Mar del Plata en la década del 60 al 90.
La obra de Miguel Abuelo cada vez junta más curiosos con la imperiosa
necesidad de saber quién era ese loco que en el espejo del mundo no se veía muy claro, mientras dios le desafinaba la orquesta el intentaba tocar.
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