Enamorar o morir / Cam Beszkin







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Ignacio Bustos



Lo primero que se distingue al escuchar Enamorar o morir, el tercer álbum solista de la cantante Camila Beszkin, es su impronta netamente rockera, más decidida que sus dos anteriores discos, Andada cruda (2008) y Música que cambia por vida la pena que hace riego y que hace casi risa la vida (2010). Día tras día, Beszkin se va haciendo un lugar, con su singular estilo que va mutando y evolucionando desde hace varios años, en el mundo del rock argentino.

Una suave voz que sabe descolocar en el momento indicado; al esperarse más un acústico, que un muy fiel “riff” donde casi no se separa del ella, el resto del disco. Canciones que hablan del hartazgo del amor o toda una simple desesperanza y desilusión; de esos momentos que pide volantazos. De la mano de esa batería que regula el pulso con la precisión necesaria para saber bajar y subir, dependiendo de los diversos estados de ánimo de cada canción. Una tónica muy influenciada por White Stripes. A dúo, Beszkin y su baterista Analdo Taurel, encaran este viaje solos contra el mundo hasta el final del disco. Es que Cam Beszkin es una jugadora de toda la cancha: cantante, guitarrista y bajista.

Esa guitarra de Beszkin que va de menor a mayor con sus riffs, acompaña en toda la aventura del disco. En las primeras canciones, descoloca que de esa voz salga “joder” o “maricón”; da la sensación de que, por momentos, busque un poco el anti amor, aunque se refleje lo contrario. Cam sabe regular los momentos, y llevarlos de una armonía de reflexión hacia el éxtasis sin escalas, y es allí donde tiene esos momentos muy Janis Joplin.

“Ojo con el Nazi interior, que sorprende al maricón”, canta en Pizca de poder. No faltan los dardos salpicados de cianuro, como en el final cuando apela a un tono más sarcástico: “Soy tu puchinbol mi amor, dame duro, dame duro”. Cam Beszkin deja bien en claro cual es su objetivo en esta vida, y que esta dispuesta a sacrificarlo todo por este amor.

En este álbum no falta esa influencia Evanesence, cuando no exagera con los tonos de voz y da en el clavo de sus incondicionales “riffs”. También se desnuda ante el dolor y amores prohibidos, como en Mi casa mi nena y Pisco Blues; donde sin filtros, metáforas ni tabúes canta a los cuatro vientos sobre su amor. Por su parte, Ciertas cosas tiene su acústico momento de una armonía que invita a la reflexión.

Una de las habilidades más grandes que tiene este álbum, es el absoluto y total control de las armonías vocales, porque en ningún momento cae en la exageración del falsete, ni se deja llevar por las ganas de subir el volumen cuando no es necesario. Enamorar o morir tiene la habilidad de ser un disco asimilable desde el vamos, con el que la ascendente Cam Beszkin demuestra su evolución y lo que todavía tiene para dar.


Ignacio Bustos (Esquina Rock)

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