OVALADAS, REJAS Y ATAÚDES: (CRÓNICA del Clan Puccio) (II)









"Crónicas Porteñas"



Resultado de imagen para el clan puccio
Infobae.com
La crónica policial argentina conoce muy pocos casos tan siniestros como el del “Clan Puccio”: toda una familia dedicada al secuestro.



 



Ignacio Bustos

Una fría noche de agosto de 1985, los vecinos de San Isidro se llevaron una sorpresa colosal, cuando la policía irrumpió y sacó esposado de la “casa del terror” a Alejandro Puccio junto a su novia. Alejandro era un referente  del equipo de rugby del CASI (el más ganador del rugby argentino). Ahí se destapó una “doble vida”; muy bien simulada durante años. Alejandro era el vecino que uno se cruzaba y saludaba, el que atendía los locales familiares “Hobby Winds”, empresa náutica; y la rotisería “Los Naranjos”. En fin, era un tipo como cualquiera, que no despertaba sospecha.

La caída del “Clan Puccio”, se había consumado un par de horas antes. Arquímenes Puccio, su hijo Daniel “Maguila” Puccio y otros integrantes del “clan”, como Fernández Laborda y  Roberto Díaz, fueron detenidos en Parque de los Patricios cuando fueron a cobrar el rescate de su última víctima y única sobreviviente; Nelida Bollini de Prado. Gracias al rastreo de una operadora de ENTEL, se pudo dar con las coordenadas de los secuestradores, después de que los hijos de la empresaria hicieran la denuncia.

Arquímenes Puccio era un contador de clásicos rasgos psicópatas. Sumergió a sus hijos en una organización siniestra de secuestros, transformándola en un “negocio familiar”. Tenía particularidades que llamaban mucho la atención de sus vecinos, como salir a barrer a altas horas -3 de la mañana-. Con el tiempo se supo que era para tapar los ruidos del sótano, que se escapaban a través de una salida de aire. Por estas conductas los vecinos lo apodaron “el loco de la escoba”.

Su esposa Epifanía Ángeles, era maestra de secundaria de un colegio católico, el mismo al que concurría su hija menor, Adriana. Silvia, la otra hija, era profesora de primaria de “artes plásticas”, y Guillermo el hijo que se fue de gira de Rugby, que seguramente se la vio venir, porque nunca volvió de Nueva Zelanda.

Daniel “Maguila” cayó con el padre. Había vuelto de Nueva Zelanda para sumarse al “negocio familiar”. Lo soltaron, en el 87 porque no estaba firme la sentencia. Una distracción y huyó. Sigue fue prófugo, y el año pasado su causa preescribió. Aún no se sabe nada del paradero.
Cayó el “Clan” y comenzaron a sospechar su relación con los secuestros de Ricardo Manukián (amigo de Alejandro), Eduardo Aulet (cercano por el ambiente del rugby de San Isidro) y Emilio Naum (había hecho negocios con Arquimenes). Era el fin del misterio de esos crímenes, que durante años, quedaron volando en una nebulosa.

Los integrantes habían militado en Tacuara (agrupación de “ultraderecha peronist”), salvo Gustavo Contenpomi, quien entregó a Eduardo Aulet. Arquímenes había tenido varios cargos en gobiernos peronistas, llegó a vicecónsul y fue secretario de deportes de la Ciudad de Buenos Aires. Integró el sangriento Ministerio de Bienestar Social de López Rega, siniestra mano derecha de Perón y creador de la “Triple A”, el grupo parapolicial criminal de los 70 que asesinó con el aval del Estado. También estuvo involucrado en grupos de inteligencia (Batallón 606, Triple “A” y SIDE) donde aprendió todo sobre el secuestro. Había sido llevado a juicio oral en el 73, por el secuestro de un empresario. Pero le declararon “falta de merito”.
Se dice que para 1982; Arquímenes Puccio, Guillermo Fernández Laborda y Rodolfo Díaz; eran “mano de obra desocupada”. Los habían usado y ya no les servían esos asesinos sueltos. Arquímenes, se vio en la necesidad de plata rápida y segura, y cada uno de los integrantes del Clan tuvo que tirar un candidato.
Después de estudiar una lista de 10 candidatos, eligieron a un cercano amigo de Alejandro Puccio: Ricardo Manukián. Se conocían del ambiente de San Isidro, tenían muchos amigos en común.
Alejandro hizo de carnada, simula el “casual encuentro” y lleva a Manukián a Martín y Omar 544. Lo tuvieron durante diez días en la bañera del primer piso, lo que supone que sea muy difícil que el entorno familiar no supiera que convivía con un secuestrado bajo el mismo techo.
Se negoció el rescate con la promesa de que al otro día volvía, nunca regresó. Lo ejecutaron. Bajo el “pacto” de que los muertos son de todos; todos tiraron. Guillermo Fernández Laborde y Roberto Díaz, se encargaron de rematarlo de tres tiros en la cabeza. Alejandro participó, pero nunca se comprobó que haya disparado al “bulto”.
Al otro día de ese primer asesinato -30 de Julio 1982- jugando para el CASI, Alejandro se destaca en uno de sus mejores partidos, apoyó dos “tries” y fue  la figura de la fácil victoria ante Belgrano. “El Gráfico” lo calificó con 9 puntos. Todo esto al otro día de la ejecución de su amigo.

Eduardo Aulet, un joven Ingeniero, fue la siguiente víctima. Entregado por un amigo de la familia, Gustavo Contempomi. La noche anterior al secuestro, había cenado en la casa de los Aulet. Otra vez organizaron un “casual encuentro”. Lo bajan del propio auto del Aulet, lo suben a la camioneta de los Puccio, y lo dirigen a “la casona del terror” en Martin y Omar 544. A él lo tienen en un placar. Negocian con la familia un rescate que tiene que seguir  una serie de “postas”. Pagaron, pero corrió la misma suerte que Ricardo Manukián. Fue ejecutado en un descampado de General Rodríguez. El cuerpo apareció al cabo de 4 años, tras la confesión de uno de los integrantes del Clan.
Emilio Naum fue asesinado casi al comienzo tras levantar a Arquimenes Puccio y Fernandez Laborda en un “encuentro casual” en la calle, ya que se resistió tenazmente a ser secuestrado, lo que fue su definitiva sentencia de muerte. Tras el asesinato la banda le reclamó el dinero a la viuda de Naum, como si el fallecido fura su deudor. Desistieron al darse cuenta de lo riesgoso de esa maniobra.
Lo más siniestro era que cuando elegían a la víctima, esta estaba condenada desde ese mismo momento, más aún siendo conocidos. Y la víctimas lo sabían.
En el ’85 fueron condenados Alejandro y Arquímenes. En uno de sus tantos intentos de suicidio, Alejandro se lanzó al vacío de un cuarto piso en Tribunales. Sobrevivió de milagro y tuvo secuelas (convulsiones) hasta su muerte en 2008. Arquímenes murió solo y pobre en 2013, en General Pico la Pampa, donde terminó su condena.
En San Isidro, el tema del “Clan Puccio” es un tabú del que recién ahora se comienza a hablar. Durante muchos años, fue un tema que estaba prohibido de tocar. El pasar por la siniestra casa, despierta esa curiosidad de cómo una familia camuflada en “normal” vivía con un secuestrado, como si fuera un integrante más. Solo imaginar esa convivencia da escalofrío.

En estos días se estrena la gran película de Pablo Trapero -El Clan- y la serie de Luis Ortega, por Telefé -Historia del Clan- de la que presencié la filmación de dos escenas. La diferencia entre ambas es que la película busca ser lo más fiel posible a la historia real; mientras que la serie se maneja con parámetros de ficción: los nombres de los asesinados y muchas de las cosas que agregaron. La serie te muestra algo parecido a los “Locos Adams argentinos”. La verdad que las dos valen la pena.
Como siempre, la realidad supera a la ficción.

Comentarios