Rozando el Olimpo


AUTOR: Nacho “Beavis” Bustos | Corresponsal de La Posta en Buenos Aires


De verdad se estuvo muy cerca, se rozó la Copa, y por eso duele tanto perder una final del mundo. Pero el orgullo está intacto, regresamos a la elite después de muchos años.
La parafernalia “Finalísima” fue maratónica hasta el cansancio. Todos los medios, las 24hs, sin otra cosa que decir. Hay que entender que hacían 24 años que no la jugábamos, y había una excitación general terrible.
Encima hubo que bancarse, en el sábado lluvioso esperando el partido de Brasil, los panqueques como Fantino haciendo horas de “homenajes”, de la mano de sus mediocre movilero el “Toti” Pasman (ex LTA), hablando de temas intrascendentes más para Rial que otra cosa.
La ansiedad aumentaba, como con ganas de que no llegue nunca esa final, para disfrutarla más. Desde los 9 años que no vivía algo así.
Es irreprochable desde todo punto de vista la actuación, más allá de algunos rendimientos en baja, se perdió con los mejores del mundo, los que le ganaron una semifinal 7 a 1 al mejor equipo de la historia, Brasil, en su casa. Me saco el sombrero.
Igual si ganábamos, la historia hubiera recordado más el 7-1. Además que los criticaron por construirse un predio, que lo donaron a los indios del Amazonas, junto con parte del parte del premio. Les hicieron una ruta y durante la Copa, no trajeron empleados Alemanes, si no que trabajaron con brasileros nativos del Amazonas.
El despertarse del domingo, fue con la Final a la vista y esa sensación de ansiedad que producen esos eventos extraordinarios. El asado y el vino no faltaron mientras la gran cita se acercaba y el nublado quedaba, dando señales de buena suerte (ese mismo clima se vivió en las finales del 78, 86 y 90).
Escuchar y ver como se canta el himno en una Final del Mundo es algo único y emocionante (sería más si el resultado fuera positivo). La cerveza bajaba al ritmo de la ansiedad, y había que correr al baño, desde donde justo me tocó escuchar el gol alemán. Me ilusioné gritando con el alma el gol de Higuaín, sintiéndome Campeón del mundo por unos segundos.
La frustración por haber estado cerca era durísma. Pensé en el casi gol de Messi en esa que pasó al lado del palo y los de Higuaín y Palacio. Pero no tenia sentido torturarse así. La noche en la que algunos celebraban, fue oscura y larga, y no había otra que tratar de consolarse tomando algunas cervezas.
Y llegó el despertase del Lunes, con resaca, con la camiseta puesta, y una gris mañana de una larguísimo “muy Lunes”. El tren que iba hacia la Capital caminaba, daban ganas de ir a la cabina del maquinista y darle una patada para que acelere la marcha.
Caras largas, pero orgullo. Muchas camisetas puestas, como hacía años que no se veía. El almuerzo cerca del Obelisco dio para para curiosear el escenario montado para nada más que para hacer ir a la gente al pedo. El iluminado Secretario de Seguridad, Sergio Berni, paró las celebraciones en la marcha, ya que no les podía “garantizar” la seguridad a los jugadores.
Podían haberlo suspendido a primera hora, después de los destrozos de 15 tarados, que lo volvieron hacer el lunes.
Y llegó la noche de caras largas en el “Down Town Mathias” de la peatonal, con esa atmósfera de lunes “postmundial”, y con la mochila de plomo de haber perdido la final. Chicas con la camiseta argentina (lo bien que les quedaba) y una casual banda de cover de Creeadence (no faltó el “Brasil decime que se siente”).
Con el correr de los vasos de cerveza, la sensación de valor que se le da al subcampeonato es mayor, y la satisfacción por haber llegado ahí, también. El diariero, futbolero hasta la médula, estaba indignado por los festejos populares, “en mi época era mala palabra festejar un segundo puesto, son estas generaciones de ahora que no la vieron pasar los 4tos de final”. No tenía esa sonrisa de los últimos días, pero también, se le comenzaba a pasar la pena.
La vida cotidiana vuelve  a su “rutina” clásica de todos los días. Se comienzan a despegar calcos de bares y restaurantes, “fue lindo mientras duró”, es la frase general.
La vida sigue, aunque nos entretuvimos como nunca. Fue un Mundial inolvidable el de Brasil, por el que no daban dos pesos, en el que no iba pasar nada…

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