El invierno del Emperador (El fin de una era)

AUTOR: Nacho “Beavis” Bustos | Corresponsal de La Posta en Buenos Aires
El poder cree que puede
ordenar que quiten la lluvia
de donde estorbaba
y la pongan en tierra de sequía.
(Gabriel Garcia Marquez)
Se temía, pero se ignoraba. Pasó un día. Y como de costumbre, nadie estaba preparado para este desenlace.
Después de 35 años de reinado, Julio Humberto Grondona falleció a la edad de 82 años. Una vida entera al frente de la AFA, en la cual ganó el Mundial de México 86, llegó a las finales de Italia 90, y la reciente de Brasil 2014. Uno de sus grandes aciertos, fue en mitad de los 90, cuando se cansó de que los seleccionados juveniles se manejaran con la mano derecha del DT de la selección, e hizo un concurso. El que ganó fue Jose Pekerman, al presentar un proyecto brillante que luego llevó a cabo con cuantiosos títulos obtenidos.
Era Vicepresidente de la FIFA, desde 1987. En el 2002, cuando se descontaba la derrota de Blatter, puso en marcha su “impronta” caudillista y convenció a países de África, Centroamérica y Asia para votarlo, logrando mucho más que una victoria. Luego de ese favor, Blatter lo posicionó como su segundo, y logró amasar muchísimo más poder.
Tenía sospechosos  negocios “turbios”, el último cargado con las sospechas de reventa de entradas durante Brasil 2014. Le vendió algo forzosamente los derechos de televisación al Gobierno, para fastidiar al grupo Clarin en su eterna guerra. La dio y sacó a los clubes -que cada vez cerraban el año más endeudados- sosteniéndolos con “agua y pan”, forzando su necesidad de depender financieramente de la AFA.
Julio Grondona era un dirigente de una impronta política del clásico “caudillismo” ultra personalista, el último de esa especie. Con una astucia política que le permitía ver la jugada antes que el resto. Tenía una famoso anillo con una leyenda que va a quedar en la historia: “Todo Pasa”.
Durante largo periodo plagado de polémicas, no implementó políticas serias para combatir las “barras bravas”, si no que en su mandato se institucionalizaron con tanta fuerza como un organismo poderoso. Al ser apadrinados y protegidos bajo el ala de inescrupulosos y mediocres ambiciosos, los dirigentes de los clubes que formaban su circuito cerrado. Estos, ahora se deben estar agarrando la cabeza, no sabiendo que hacer y con los nervios de punta.
Luis Segura (el actor del video de la reventa de entradas), Vicepresidente 1ro de AFA, asumió la presidencia. El presidente de Argentinos Juniors y el resto del consejo, decretaron 7 días de duelo en los que no va a haber fútbol. También es una excusa para tener tiempo para respirar, no nos olvidemos que se tiene que elegir al reemplazante de Alejandro Sabella al frente de la Selección.
Otro ilustre como Cherquis Bialo (notable director de “El Gráfico” en los ’80) anunció que en octubre van a llamar a elecciones, no es poco lo que hay por hacer. Desde varios sectores opositores ya comenzaron a levantar las voces para que cambien el “estatuto”, que es muy restringido con los abales (por eso nunca se pudo presentar una lista opositora).
Julio Grondona, nació en el seno de una humilde familia del Sur del conurbano Bonaerense, Sarandí. A los 25 años, fundó el Club Atlético Arsenal (entre hinchas de Racing e Independiente, por esos los colores celeste y rojo). Fue su presidente hasta los años 70, cuando se convirtió en presidente de Independiente. Allí tuvo un breve periodo antes de desembarcar en la AFA, gracias al contacto con el Almirante Carlos Lacoste (la mano poderosa en el fútbol, en los años de plomo).
Llego en 1979, con la primicia de que había que hacer lo imposible por retener a Menotti (que venía de ser Campeón del mundo el año anterior) más allá de la incomodidad que le producía la estar con los militares siendo una persona de izquierda. Con buena cintura política, Grondona logró convencerlo y desde entonces, fue elegido una y otra vez presidente de la AFA. Hasta su muerte.
Se esperó y se imaginó mucho este momento. Pero ahora, la pregunta es ¿Qué vendrá?

Esa es la incógnita sobre la que giramos los huérfanos, a la deriva del después.

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