Eduardo Peralta Acevedo.
-Es
prácticamente imposible, que tenga hijos, señora. Lo siento mucho. Con un
procedimiento, que dejaba mucho que desear. La Doctora, con bastante de
frialdad “pega sellos”, le comunico a Soledad, que no iba poder tener hijos.
Sin estudios, para determinar fallas en el estudio, “la creyente” de los
grandiosos procedimientos a media maquina que mas de una vez dejaban con las ganas de mas.
Decia lo justo y con la ganas necesarias.
A Soledad,
se le vino el mundo abajo, por culpa de procedimientos trasparentes como el
Rihachuelo. No sabia como reaccionar ni que hacer. Su trabajo, eran esporádicas
changas, cuidando viejas histéricas y con poca paciencia como la Doctora
Serruti.
Mientras
Solé, va llegando al Registro civil, lentamente recuerda, esos grises días de
invierno que la sumieron en la peor depresión. Penso en lo peor, en su pensión
del barrio de Almagro. Su cuarto cada vez se
sentía más chico, la angustia la ahogaba dentro de ese cuadrado pequeño.
En caminatas largas reflexionaba, acerca de cómo salir adelante sin dejarse
derrotar por un “Diagnostico burócrata” se proponía cuando pudiera y tuviera
tiempo, ir a otro Hospital buscar otro
diagnostico más trasparente.
Mientras el
109, la va acercando, todavía falta para Uruguay y Cordoba. Quedo en Pampa y la
via, todo era puro lamento y culpa, y el “porque a mí”
No todo
estaba perdido, un estable trabajo cayó del cielo. La suerte comenzó a tocarle la puerta y el
Abasto ya no era un barrio tan horrible para ella. Tenía un cierto encanto
Porteño, que ahora lo veía con más claridad.
Nueva gente comenzó aparecer en su vida, que su energía empezó a ser
otra. Sus progresos, en los distintos curos, que la vieron desfilar siendo
diplomada. Como el peritaje, que como venia el crimen organizado en aumento en
el Abasto. Pero la vida le tenía reservado, momentos más gratos, después de sacarse el pegote de
“novia” que alguna vez, y que su nivel de despecho la llevo a denuncias, que la
dejaron al borde de las rejas, y sin nada.
El 109, pisa
la marcha, así recuerda lo ingratos momentos que tuvo que pasar Soledad. Cuando
unos cuantos maricones, la denunciaron por golpes y amenazas. Se habrán reído
de lo lindo en la comisaria, cuando tomaron el testimonio, viendo que ellos
eran una banda, y ella como siempre sola.
Vinieron los romances furtivos, que pasaban como esa descarga de
metralla de bronca, por ser dejada de lado por fea, no peor aún, horrible como
un marrano. Pasaron jóvenes promesas de los ex correccionales del Conurbano
Bonaerense.
Al
afianzarse en su trabajo en un hotel céntrico, la cosa con el estudio comenzó a
funcionar, y se despacho con CBC, en dos meses sin ningún problema.
Observando
por la ventana del 109, la facultad de Medicina, justamente el lugar de
formación de la Doctora Cerruti. Nadie es perfecto. Uno de cada 8 , deben salir
fallado en esta facultad, y justo me vino a tocar amí. Mientras la fría nieva
de martes tiene toada la ciudad, a ella no le interesa, cabeza sigue dando
vueltas, sobre lo mismo.
Vino por fin
un amor estable. Omar, un simpatico Turco, recién establecido en Buenos Aires,
llego con la vacuna necesarias para esas dudas y dolores profundos. Mañana,
tarde y noche la hacía gritar como una burra. Despertaba las más airadas quejas
de las resentidas vecinas, que no recibían esa adictiva vacuna diaria.
ni media
vacuna rogándole algún borracho en alguna milonguita. El poder incesante de la
vacuna curadora de Omar, la había rejuvenecido de una forma, que se la percibía
más rápida de cabeza. Este romance, era la ironia de la vida el Turco la había
sacado de niebla, contrario del refrán.
Su padre,
cuando se entero, puso el grito en el cielo. Entendiendo su origen Judio, con
el tiempo comprendió, o lo compraron cuando Soledad, le dijo que iba a agregar
su apellido al de Omar.
Comenzo a
sentirse muy mal, los miedos volvieron, junto con los estados de ansiedad. Otra
vez estaba histérica, los síntomas de vomitos, mareos, le hacian presagiar lo
peor.
Una mañana,
fueron a buscar los exámenes al doctor Ivanovich, amigo de Ruben el padre.
Sole,
preparada para lo péor, cuando le leyó, Soledad, “que quiere decir eso, Doctor”
El Doctor sonriente, complice del Turco que había entendido perefectamente.
“Que vas a ser mama” blanca palida, se tomo un segundo para creer lo imposible.
Abrazo fuertemente a Omar, que aunque de inexpresiva naturaleza se percibía
unos amagues de alegría.
“Pero la Una
tal Doctora Cerruti, me dijo que no iba poder tener hijos” le afirmo al doctor.
“¿Mariana Cerruti es medica?, lo que logra la perseverancia de la gente. Te
atendió esa que muchas veces ganaba los campeonatos de bochados”, Soledad se
rio, y cuando salió su felicidad la compartió con la ciudad gritando por el
bondi.
El 109, la
deja a dos cuadras del registro Civil, mientras ve en la puerta vestido de
traje al turco , su madre, su padre, y el gran paracaidistas de su amigo Miguel
Cruz, que hace años que no lo ve. Llega
con la emoción de esos inolvidables días que están para guardar en la memoria.
Mientras le presenta a Miguel, su casi Marido. “Omar, a este lo conozco hace 25
años, desde 1er grado” mientras se saludan y comienzan con el intercambio
Cultural de lo bueno de Buenos Aires y Estambul.
Mientras
Miguel, se va llendo por un lado después de marcar la burocratica boleta en el
civil, en una ceremonia intima para 14 personas.
Miguel, lo
percibe muy aporteñado, o los Turcos son una columna escencial de nuestra
indiosincracia formativa del ser. En pocas palabras, Buenos Aires, ciudad de
paracaidistas, moldeada de colectividades garcas.
Mientras la
niebla se despeja y el sol asoma, un nuevo dia a pesar del frio, Miguel, se
sienta por una Cerveza en un bar de Corrientes y Uruguay. Mientras lee el
papelito de las putas, con el nombre artístico; “Promo 100 con masajes”.
-Con la malaria que
hay, hasta las putas están de liquidación. Mientras disimulaba como memorizar
el numero, sin pasar el papelon de agarrar el pepelito.
Lo descarto
y siguió mirando por la avenida a la morocha que buscaba, que con medio guiño
la saludo, sin señal de vida alguna.
“alguna vez se dara” con optimismo Miguel, solo se rio.
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