Tres morochas, de negro vestián,
de negras risas, de enviciadas y
gastadas salidas.
No había nada que pudiera satisfacer
Sus ansiedades.
osadas en un aparente,
como enviadas
por algo maligno.
La del flequillo, con su fría
y penetrante mirada, tan
viciosa, que ni cinco minutos
aguantaba, que por debajo de
la mesa a succionar iba.
La evidenciaba, unos ostensos e
e inflados labios.
Ahogada en un mar de lagrimas,
la punta del triangulo, a su potente
catarsis, no podía salir.
Ahí presente, la sombra, siendo
el centro y cuarto elemento de
la mesa. mas presente, sin necesidad
fisíca de su presencia, reciclado en
una maldición que pesaba indigeriblemente.
Los ángeles negros, tan insensibles
no eran. Atrapado en su fácil perfume
que la atmósfera de taburete, percibia
su impulsiva manera de tragar, cuanto
trago, sin discriminar moviendo los
labios, apuntando hacia el baño.
El mar de lagrimas, su premio
consuelo encontro.
La tercera,en tranquilo reposo,
solo observaba, limitandose a
sponsorear la velada. gustosa
del producto de su capitalismo
de amigos.
(Miguel Cruz)
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