Eduardo Peralta Acevedo - Relato
Esas mañanas
engañosas, de las cuales la tormenta se avecina, como si fuera el fin del
mundo. Desde ya uno lleva piloto y paragua, convencido de que esas oscuras
nubes van a estallar. Pero mucho peor, cuando
en la marcha, hacia el trabajo, se despeja, y para colmo el sol radiante sale y
quema.
Medio pesado
resulta ir con el paraguas y piloto encima, al rayo del sol, acordandote de la
madre del periodista del servicio meterologico.
Cecilia, era
lo contrario a los disgustos generales.
Recibiendo el tan rutinario llamado, con estruendosas recriminaciones de su
novio Norberto, por su desgano en la etapa de “finales”, por haber rendido poco
y mal.
“¿Por qué no
pones ganas, que te pasa? Le preguntaba Norberto, sin mucho lugar al analisis.
“Me desmotiva la carrera, y todo en este momento”, le decía Cecilia.
Mientras el
desbordado 109, hasta por la ventana la gente se salía poco más.
“Dejate de
pelotudeses, y ponete a estudiar” le recriminaba Norberto.
“Mira
Norber, gane un concurso de pintura, y no te dije nada para que no me
desmotives con tu pesimismo” le retrucaba con más entusiasmo, Cecilia, ante la
curiosa mirada de la desbordante multitud que poblaban el 109. Muchas miradas
de aprobación de la rama femenina.
“¿Cómo no me
dijistes nada?” Norberto, se quejaba, por haberle ocultado eso.
“para que?
,para escucharte hablar de que me voy morir a morir de hambre pintando”,
Cecilia más decidida que nunca a dar el remate final, a esa agonia. Tenía la
mano sobre el “enchufe”, lista de una vez por todas a apagar el respirador de
esta agonizante relación.
“¿Qué te
sucede que estas tan con ese espíritu liberado de mierda” Norberto buscando una explicación. “Estas
rara, desde que te empezastes juntar con esa amiguita Victoria. Seguro que te
llena la cabeza con la actuación y esas mierdas”
“No seas tan
cuadradito Norber, esta bien que tengas un excelente trabajo y te hayas
recibido re pendejo, pero sos un Veneciano, te falta calle y sos aburrido.
Nunca queres ir al teatro porque te aburre, te aburren los recitales o
conciertos, lo único que te gusta, son esas embolantes tertulias con tu eterna
e innumerable familia” Como una sentencia, que comenzó a dar su veredicto,
Cecilia, comenzó a largar todo ese fuego que tenia por dentro, que la venia
quemando. Ahora que el volcán había estallado, su erupción, parecía ser
indefinida.
El paraguas
y la campera, victimas de su volcanico arrebato, pisoteados en el suelo con todo el barro, de los innumerables
zapatos expectantes de la respuestas con “lanzallamas” en mano.
“Vos siempre
fuiste y seras una boludita, que quiere hacerse la artista rebelde, no sos mas
que una nena de mama, oistes” Norberto, con un misil, al fondo del orgullo, que
no estaba dispuesta a quedarse ahí petrificada.
“Sabes,
porque te aguante tus infideliades con esas trolas, para que vieras la real
diferencia, que hay con alguien que banca a un forro descartable con plata,
como vos, que ésta lleno de “amigos del campeón”. No sos más que un nabo que le
gusta que lo usen. Como un tomate, su cara corriendo en gruesas gotas de sudor,
redoblaba la apuesta.
“Siempre
fuiste una boludita, que no sabía que quería. Te tuve que ayudar a salir
adelante, porque vos no hacías una. Eras un fracaso, tras otro. Te reencauce
con una carrera, que ahora queres despreciar, ingrata”. Norberto clavaba una
daga, en la ampolla más fresca, que Cecilia, podía tener por su vulnerabilidad.
“Cuanto
tiempo tirado a la basura, con un ególatra de cartón, que encima para alimentar
ese ego, te cojias unas minas que se regalaban por el simple hecho de que eras
un boludo con plata y auto. ¿Te pensas que les gustabas? Si una vez, esa
Vanesa, me dijo lo insufrible que eras.
“¿Cuándo
conocistes a Vanesa?” Algo sorprendido, Norberto buscando explicaciones.
“Sos tan
vivo, que cuando te mandabas mensajes de texto, el nombre de ella lo anotastes
sin adulterarlo. Anote el teléfono, y una dia la llame y me quede hablando.
Macanuda la chica, a veces salgo a tomar algo con ella” mostrando un “as” bajo
la manga, Cecilia recupero el calor, para encarar la embestida final.
“¿Qué podes
hacer con esa gronchita, vos?” Con uno de los últimos recursos, tiraba
manotazos de ahogado, Norberto, pero ya se la venir venír.
“Divertirme
de verdad, Y sobre todas las cosas, Gozar muy profundamente. Sin metáforas me
refiero, a cuando hablo de eso. Sentir un verdadero calor de la carne, de un
tierno hombre, que no tenga la necesidad de
vivir en la punta del obelisco y escupir de arriba” Cecilia, con su
dardo mas venenoso, acertando en el blanco de la vulnerabilidad de Norberto.
El 109,
sorteando el trafico de la facultad de medicina, a paso de tortuga. La atónita mirada de sus
ocupantes, atentos a la novelesca
“charla” telefónica, que era un constante “paleteo a muerte”, la indisimulable
curiosidad del bondi, hasta del chofer, que apuntaba su espejito, hacia la
dragona del fondo.
Con pocas
fuerzas, Norberto, buscando una real explicación, tartamudeando, sin querer
escucharlo, lo que presumiblemente, era más que evidente, sintiendo esa “brasa
caliente” en el alma, ya que estaba, ahí quería saberlo.
“¿estuviste
con otros hombres?” Con el miedo, ala ovbia respuesta, Norberto enflaquesido, y
con el orgullo golpeado, mientras el atroz silencio, hacía de el, una
evidencia, que otorgaba.
“Si,
Norberto. Si no porque te pensas que te llaman Bambi, todo el mundo. No va ser
por lo tierno. Entre tu inocencia de creerte el mejor, y lo ovbio” Las miradas
centradas en Cecilia, entre la aprobación y el desacuerdo pero, con ciertas miradas
de aprobación, de “se lo merecía, por boludo”
“¿con
cuantós y con quienes estuviste?” Aterrado Noberto, quería saberlo todo, no
había vuelta atrás, si había que bailar, bailemos.
“Norberto,
mira si me voy a poner a enumerar, con los que estuve. Podría estar todo el
dia. Lo único que te pudo decir que el Negro, tiene una flor de tercera pierda,
que puede hacer gozar a una ballena”
termino de rematarlo, al no oir, mas shockeada voz, del otro lado del
teléfono. Justo el negro, que había sido su enemigo, por muchos años. Sabia de
la fama de “tercera pierna” que tenia. Estaba devastado, colgó el teléfono.
“Estos es lo
bueno, de los hombres, que se pueden creer, cualquier boludes, que una le diga
con un poco de color” haciendo reir al
resto del colectivo que la termino aplaudiendo de pie, mientras bajaba en la
puerta del “hospital del niños” en Mansilla, a buscar su premio y algunas
recomendaciones. Comenzaba una nueva vida.
Por fin, se ponía al día con todas la facturas, que le llegaron todas juntas. Apuro en pagarlas no habia, el problema es cuando se te acumulan llegado el momento, que mas o menos tenes que volver a nacer o desaparecer.
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