Eduardo Peralta Acevedo - Relato
Nunca son
fáciles los Lunes, mucho menos los que vienen después de un largo feriado. El
Relator omnisciente, con los parpados blindados. La dureza de una armadura que
se siente de lleno en el cuerpo.
El tren con
su clásica demora El estatico tablero
que marca, faltan 10 minutos, Esta clavado ahí, y no tiene mucha intención
de avanzar. Queda en celeste y ahora
faltan 15. En la “Oca” del Lunes, vemos que retrocedemos. Hablando de Oca, el
Relator recuerda que infaltablemente tiene que ir al correo, por un paquete que
a esta altura, debe tener mas ruta, que las huellas en la cama de una Vedette
desocupada. El fantástico tren “oficial”, a paso mas lento que el que lleva a
los hinchas de River, postpartido.
Viene para
colmo, el que no se pueden abrir las ventanas de acrílico. Parado haciendo
equilibrio, sin tener margen para agarrar un diario, para entretenerse con un bodrio, que parece
eterno. Cuando se sintoniza una buena radio o canción, algún “ilusionista” de
la popular canción ferroviaria, nunca faltan.
Sus desafinados acordes, dandoles con una saña, que no me quiero
imaginar cuando el hijo no les hace caso, o la mujer los cornea, como deben
ligar. Acompañados de unos grandes y monumentales “aullidos” de voces, que
pegan unos alaridos, que a uno ya comienzan el dia poniéndolo de mal humor. El
colmo es que te uno tiene que darles algo, como si fueran unos talentos, que de
verdad vale la pena sustentarlos. Deberia ser al contrario, muchas veces.
Retiro, siempre con ese gris calor, que espera el mediodía, con sus
multitudianarios chipá. Como se extraña la parrillita de “choris”, que estaba en
la esquina entre ambas terminales (Mitre-Belgrano).
El peatonal
puente, y ese eterno embudo entre multitudes autos, camiones, micros, taxis.
Hay que pensar que esta el puerto, la terminal de micros, y la de trenes. Un
cuarto del país en una cuadra, sin exagerar.
Las Burocraticas oficinas, hasta el Miercoles están su proceso de
“readaptación”, con sus almohadas pegadas a la cara. Sus lentos reflejos de burócrata, que al sexto
“hola”, se da cuenta que uno existe ahí, y no es una figura de su
imaginación.
El
expediente, no era el que el omnisciente le había pedido. El apellido aunque
suene igual, no es el mismo.
El bondi hacia
el Microcentro, es más agil. Aunque, el omnisciente se de cuenta tarde, que el
tradicional y rutinario trayecto ah dado un giro de 180 grados, y cambio por la
plaza San Martin. Nada más que tendrá que caminar diez cuadras de mas, con las
pocas ganas de traspirar que tiene. El alfabeto nacional de insultos, se
multiplica por los cuatro puntos cardenales de la Avenida. Al salir el sol, se
pone más agradable, bonitas morochas, cruzan la avenida, con sus artísticos
tatuajes, dibujándoles, las esculturales piernas. Hacia un lugar de “comida
vegetariana”. Parece que se dirigen, hasta que a ultimo momento, una cambia la
marcha, hacia la vereda de las tradicionales pizzerías de Corrientes. Es la
excusa perfecta, para resignarse a un tedioso viaje, hacia un atajo, que mas
lejos me tire. El timbre, cuatro veces , con queja incluida del “Diego” (El
volante más peligroso). Las puertas como un escape o una sensación de haber estado
preso, se abren, con un fresco soplo de aire, que respiro y salto. Mirando la
vidriera de “La Rey”, esas humedas cervezas, ideales para que la maquinaria,
pare los ansiosos motores. Con el “clásico” menú de todos los días (dos pedazos
de “muzza”, un chopp y una faina) el omnisciente, con el hambre de un león en
cautiverio, se dirige hacia la mesa “popular”, para sentarse con el pueblo.
Degustando las pizza sin mirar a los costados, sin percatarse de nada, hasta
que que una vecina voz : -“por favor, me pasas el oregano y la pimienta?” Timidamente,
un angel de un Cristales azules como el
agua del Nahuel Whapi. “-Si, como no”, el omnisciente, petrificado se queda
mirándola. Es la que recién, cruzo la calle, oh que linda casualidad para
romper el maleficio de Lunes, El omnisciente al observar, que no tiene bebida, antes
de ofrecerle la suya, rápido de reflejos, va ala caja y trae una bien fría y espumosa.
La chica con una timida sonrisa;- “ Gracias, no te hubieras molestado”. El
omnisciente, levanta su vaso y brinda con la antes “desconocida”. Ya con menos
timidez; “Bárbara, me llamo”, seguro esperando que el omnisciente, salga con el
clásico, “estas Bárbara”. Con un “precioso nombre, ideal a tu medida”.
-Gracias, esperaba, que me dijeras el “estas Bárbara”, que me tiene
bastante podrida.
- me lo imagino, riendo le dijo, mientras tragaba su fría cerveza.
-¿vos como te llamas? Miguel, respondi.
- No esta tan mal. Miguel Abuelo, lo tengo alla arriba.
Bueno te tengo que dejar.
-Un teléfono? Miguel pidió sacando, la infaltable Birome “Bic”, sobre una
gastada servilleta engrasada, puso su nombre, con un teléfono a celular,
mientras la casi “invisible” amiga, la apuraba con un “vamos, vamos, que se
hace tarde”
Saludando se despidió, con el apuro de que muchas veces la amitad puede
ser tan exigente. En el semáforo de la esquina de Corrientes y Cerrito, se
adelanto ala amiga, en el cruze, antes de que se pudiera poner en rojo, un
implacable Bondi “6”, a toda marcha sin tiempo que perder, la llevo puesta ,
como justamente un “bondi lleno”. El impacto sono, y el griterío, fue infernal.
Miguel, al ver que la situación era irreversible mientras miraba por la
vidriera algo shockeado, se dirigió a la barra y se pidió una jarra de cerveza,
y media pizza más. Asi estuvo mas de cinco horas, tratando de entender lo
inentendible e ilógico.
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