"Yo quiero ser narco"

Guillermo Draper (Semanario Busqueda)
EN ALGUNOS BARRIOS LOS NIÑOS TRABAJAN COMO "PERROS" DE LOS NARCOS Y JUEGAN EN LAS ESCUELAS A QUE SON VENDEDORES DE DROGAS, UN "NEGOCIO FAMILIAR" QUE CAMBIA LOS "VALORES DE INTEGRACIÓN SOCIAL TRADICIONALES", SEGÚN UN ESTUDIO ELABORADO POR LA JUNTA NACIONA
Estrategia de la Policía en el combate al narcotráfico tiene "efecto perverso" porque permite la proliferación de bocas de pasta base

Julio Calzada

"Para ellos es algo tan natural, lo tienen tan internalizado y tan naturalizado que a veces a los docentes nos asusta oírlos hablar entre ellos", se lamenta la directora de una escuela pública de Casavalle, porque sabe que es un problema que vive el barrio. Pero ¿qué es lo que asusta oír de los alumnos? La respuesta: "Cómo programan el ir a robar o el ir a drogarse o que vendieron" cierta cantidad de droga.
"Lo que da miedo", insiste la directora, "es que a veces entre ellos se catalogan: ‘ah, ese es un pastabasero’. (...) Y para ellos es algo que te diría que no sé, como divino, como una gran virtud"
El testimonio de la directora de escuela es uno entre decenas recabados por técnicos de la Junta Nacional de Drogas (JND) para elaborar informes sobre la "problemática del consumo de drogas" en siete barrios de Montevideo (Flor de Maroñas, La Teja, Cerro, Colón, Casavalle, Malvín Norte, Lavalleja) y uno de Canelones (Vista Linda), zonas de "vulnerabilidad social importante" producto de la alta tasa de desempleo, la cantidad de hogares bajo la línea de pobreza y el alto abandono estudiantil.
Una de las conclusiones a las que arriba el Observatorio Uruguayo de Drogas de la JND luego de analizar los ocho informes —a los que accedió Búsqueda— es que el "quiebre social y cultural que viene impactando en Uruguay desde hace ya varios años, se ha vuelto lo suficientemente profundo para que hoy —a pesar del importante descenso en los niveles de pobreza e índices de desempleo— aumenten, y aún se incorporen, determinadas formas de delito a la vez que se vean modificados, en muchos casos, valores de integración social tradicionales".
El trabajo aborda la situación de ocho barrios, en los que "epidemiológicamente se encuentran niveles proporcionalmente altos de uso problemático de drogas de mayor riesgo", explica en el prólogo el secretario general de la JND, Julio Calzada.
Lo que surge de los testimonios y el trabajo de campo es que en algunos barrios la venta de pasta base fue primero una "estrategia de supervivencia" a la salida de la crisis económica del 2002, y ahora es una "oportunidad de negocio" que involucra a muchas familias.
"La instalación del comercio ilícito de drogas viene favorecido además por la menor presión policial en estos territorios y por consecuencia, la relativa facilidad para el comercio ilícito", dice un documento de la JND en el que se resumen los ocho informes territoriales. "Asimismo, y este es un elemento de relevancia, la estrategia de control de la oferta estuvo orientada, casi desde el inicio del ‘combate’ al tráfico de pasta base, a perseguir y castigar a los grandes traficantes. Por lo tanto, dejando menos controlado el microtráfico de estos territorios. El efecto perverso de esta estrategia de control, a la vista de los resultados de estos diagnósticos, está dado por la proliferación de lugares de acopio y expendio (bocas) que pasan a ser fuente de recursos (en oportunidades extraordinarios) de muchas familias, involucrando mujeres, niños y adultos mayores".
Los "perros". En todos los barrios los testimonios de vecinos, educadores, trabajadores de organizaciones sociales, funcionarios públicos y policías coinciden en que el narcotráfico es dominado por familias que van adoptando más peso en la zona. A este proceso, las autoridades del Ministerio del Interior lo denominan "feudalización", porque hay quienes intentan sustituir al Estado en ciertas áreas de la ciudad para poder operar sus negocios ilegales con tranquilidad.
"Hubo muchas guerras entre las familias, muy internas, entre cuadras, de peleas duras, feas. (...) Y eso llevó a que las bocas se armaran, el que tenía la boca se armó, y empezaron a pasar cosas raras, gente que denunciaba la boca y cuando llegaba de la comisaría los de la boca los esperaban en la puerta de la casa y haberles roto toda la casa", relata un entrevistado en el estudio sobre el Cerro.
Los niños son parte de ese engranaje. Un grupo de policías que trabaja en la comisaría del Cerro describe esa situación mientras explican por qué a veces los operativos no son exitosos.
—Está lleno de ‘perros’ entonces uno está llegando y ya saben todo, por dónde va la patrulla, cuántos somos, todo—, explica un policía.
—¿Perros?—, pregunta el técnico de la JND
—Exactamente, es un código para ellos.
—Ya entran los niños—, añade otro.
—Claro, es un grupo organizado, son gurises que están jugando y lo que ven avisan por los celulares.
—¿Eso lo ven mucho?—, pregunta el técnico.
—Y a veces se ve, no se ve con frecuencia, pero se ve.
—Son los porteros de la zona—, concluye uno de los oficiales.
Si en 2007 o 2008 decirle "pastabasero" a alguien era un "insulto grave" entre los niños, en algunas escuelas de Montevideo hoy pasó a ser un elogio. "Las figuras del ‘narco’, ‘boca’ o bien la de ‘perro’ (mandadero del narco) parecen haberse naturalizado en la comunidad y en el lenguaje de los niños y jóvenes", señala el informe sobre Malvín Norte.
"En los juegos de los chiquilines como que se reproduce todo eso. Juegan a vender, a comprar, y como que esa figura se magnifica, se respeta y es casi ¡qué bien!", cuenta una maestra de ese barrio. Y otra agrega: "El tema con la droga lo tienen muy presente en el sentido que uno personalmente cuando le va a preguntar en qué quieren o les gustaría trabajar y todo eso, la mayoría te contesta, capaz que un poco en broma pero en toda broma también hay cierto grado de realidad: quiero ser narco"
"La meta de futuro de los niños pequeños es vender pasta base, ser más rápido que los padres para no caer en cana y evitar a los botones", relata un integrante de un grupo juvenil del Centro Comunal Zonal de Colón.
La descripción que surge de los informes tiene puntos de contacto con la advertencia que un mes atrás hizo el director de la Policía Nacional, Julio Guarteche, quien en una conferencia sostuvo que el aumento de la violencia provoca un "daño social", al punto que hay niños que están "condenados" solo por haber nacido en determinados lugares (Búsqueda Nº 1.741).
Más fácil que comprar pan. Para los vecinos y las personas que trabajan en los barrios, la actuación policial en el combate a las drogas es deficitaria.
"El problema que tenemos es que bocas de pasta base hay montones y lo que la gente plantea es que las bocas están, todo el mundo sabe donde están pero no pasa nada", advierte un funcionario del municipio D.
La "percepción generalizada" de las personas entrevistadas en Colón, señala el informe, es que "existe una amplia oferta de drogas en el barrio, a la cual es muy fácil acceder". Un trabajador de una ONG del barrio Lavalleja lo ejemplifica así: "En el barrio la percepción es que se consigue más rápido una tiza de pasta base que un pan o un litro de leche".
Varios policías consultados explican que la imposibilidad de hacer allanamientos de noche y el hecho de que los vecinos no se animan a denunciar a los narcos del barrio, dificulta su trabajo.
"Vos sabés que la que tiene la boca de venta le compra los pañales a la otra vecina para que no la denuncie. Se tejen relaciones muy perversas, ¿los vecinos qué pueden hacer?", relata un entrevistado de Flor de Maroñas. "Además, cuando ves que la misma Policía viene a comprar, entonces, ¿quién te defiende?".
"Vemos que en realidad la mayoría de las familias, no todas, empiezan a estar relacionadas de una u otra forma, como si fuera una empresa, con las cadenas de producción vinculadas al mercado ilegal", explica un asistente social que trabaja para un programa del Ministerio de Desarrollo Social (Mides) en el Cerro. "O está vinculado algún miembro a la situación de consumo duro, o a la situación de venta, o en algunos casos aparecen entrando y saliendo de situaciones de transa o de mula".
No solo es el temor a las represalias del narco la que lleva a no denunciar las bocas, si no también la desconfianza en la Policía. "Acá el milico está mirado como un enemigo, y el milico mira al joven como un enemigo",resume un vecino de Casavalle.
El hecho de que se trate de un "negocio familiar" complica el cierre de las bocas, porque si cae el padre, la madre se hará cargo de la venta para seguir generando ingresos. Según un policía del barrio Lavalleja, "muchas veces el líder de esa boca termina preso en un allanamiento y en el correr del día, la boca vuelve a funcionar porque es un negocio familiar que no depende de una persona en particular. Todo el que vive en una boca se dedica a eso".
Existen familias "con un historial de dos generaciones vinculadas a problemas con drogas ilegales, donde en algunos casos todos los integrantes están involucrados en el tráfico y el consumo", explican los informes de la JND.
Si bien no manejan datos estadísticos, entrevistados de varios barrios hicieron énfasis en el nuevo papel que desempeñan las mujeres en el tema drogas, tanto como consumidoras como vendedoras. "No creo que haya crecido (el consumo), pero capaz que son más visibles ahora", sostiene un trabajador del sector salud de Malvín Norte. "Madres, generalmente solas, con una cantidad de hijos importante en situación de desprotección absoluta".

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