El arte de una anécdota


                                        La Anécdota


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Eduardo Peralta Acevedo



A continuación les narrare una anécdota que el Dr Hugo Gaona compartió ante la presente clase, quienes quedaron algo sorprendidos ( en especial de la seductora profesora) por la actitud que tomo el Dr Hugo Gaona, cuando decidió subir al techo de la lindera con la terminal de trenes. con todos los detalles de un testigo omnisciente de dicho testimonio.

Era la segunda semana de clases, donde los alumnos de primer año de guion, de a poco se iban acomodando (no te hablo de una alineación planetaria, pero...) a una nueva realidad. Según los registros del saturado disco rígido de la cabeza del narrador omnisciente, fue en ese primer recreo donde el Doctor Hugo Gaona, arrastrado por una corriente de arrebatos de curiosidad,  donde tomo su tan celebre y recordada decisión, luego de estar parado durante un buen rato donde se sintió tan útil como las inexistentes plantas que conforman la atmósfera del patio. El Doctor Gaona no dudo un instante en pisar la escalera de caracol. Hugo al igual que Don Cristobal, iba rodeado de un módico séquito de curiosos, presos del mismo arrebato de aburrimiento que lo siguieron como si fueran a la conquista de ese costado desconocido de la monumental terminar del tren MITRE.

 Por más deslumbrante que fuera la vista panorámica, Para Hugo era lo mismo que nada. Ya que el protagonista de la anécdota, de espaldas a toda la panorámica donde se podía observar el normal funcionamiento de la terminal durante la noche. Por lo visto, según el testimonio de Hugo Gaona, el aburrimiento lo volvió a asaltar; quería algo más… Finalmente la aventura se corto, cuando una miembro del centro de estudiantes lo esperaba al bajar la escalera de caracol.

Cuando el Dr Hugo Gaona bajo, sus apostoles al verlo, quedaron shockeados. La misma Cecilia Aldaz estaba tan desconcertada que no aguanto mas y se largo a llorar. Según los testimonios el panico reino en el patio. Nadie entendía que pasaba. Todos los miraban al Dr Gaona, porque su aspecto distaba de no ser el mismo de quince o diez minutos atrás. Los que lo acompañaron en esa misión de subirse a la terraza, dijeron que no vieron nada del otro mundo: "estabamos con el, se prendio un faso, aspiro, largo un poco de humo y nada mas. Ese fue el argumento de Gonzalo Ferro, quien durante años investigo esa terraza, centimetro por centimetro, sin  llegar a ninguna conclusión. También se recorrió inultilmente todas las mapotecas de la Ciudad de Buenos Aires y la Zona Sur del Conurbano. 
   
  

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